Los programas de intercambio estudiantil han sido históricamente un puente cultural y académico entre países. En el ámbito de la medicina, esta experiencia cobra un valor aún mayor cuando se trata de residencias internacionales, en las que jóvenes profesionales se forman en sistemas de salud distintos al propio.
La medicina, aunque universal en su propósito, se practica en escenarios profundamente diversos. Mientras algunos países priorizan la medicina preventiva, otros centran sus esfuerzos en el acceso universal o en la alta complejidad tecnológica. En ese recorrido, el residente internacional no solo adquiere destrezas clínicas, sino que también incorpora miradas distintas sobre la organización de los servicios, el vínculo con la comunidad y las estrategias de atención.
La convivencia con realidades sanitarias diferentes obliga al futuro especialista a desarrollar habilidades de adaptación, pensamiento crítico y empatía cultural. Además, fortalece redes de cooperación internacional que, en un mundo globalizado, resultan esenciales frente a desafíos comunes como las pandemias, el envejecimiento poblacional o el acceso equitativo a la salud.
Invitamos a ver el video en el que Irene y Laura relatan su experiencia, que constituye más que un paso académico, que les permitirá acrecentar su capacidad de tender puentes entre saberes y sistemas, convirtiéndolas en agentes de innovación en sus lugares habituales de desempeño.